miércoles, 18 de marzo de 2015

Nini Marshall :inigualable.

La mítica reunión en torno a la radio era el ritual cotidiano de la mayoría de los porteños, sin distinción de clase o edad, en las décadas del 30 y del 40. En una gran cantidad de veces era para escuchar a una mujer que poseía un humor sencillo, simple pero no por eso menos efectivo. Una demostración de su talento fue su éxito en el cine, porque no tenía una belleza deslumbrante y tampoco una voz privilegiada que le permitiera destacarse como cantante, sin embargo a pesar de no poseer ninguna de estas dos características, consideradas claves en esa época para convertirse en una gran estrella cinematográfica, igual consiguió volverse enormemente famosa.
Ella sola concebió sus innumerables y populares personajes, además de haber sido la autora de sus propios libretos. Además tuvo que enfrentarse a la censura de los gobiernos autoritarios de ese tiempo, ya fuesen elegidos de forma fraudulenta o legítima.
Es que sus caracterizaciones mostraban una imagen de Argentina que nada tenía que ver con la que circulaba por las mentes de los dirigentes, sino aquella que los auténticos artístas saben plasmar y que son verdaderos documentos de identidad de un pueblo, el de carne y hueso, con defectos y virtudes.
Su legado a los humoristas actuales se hace evidente en numerosos casos, como en las mujeres desbocadas de Antonio Gasalla, los tilingos de Carlos Perciavalle, las imitaciones de Juana Molina o Ana Acosta y las caracterizaciones de Cecilia Rosetto y Gabriela Acher, por citar a algunos.
Ella se transformó en un fenómeno de masas que tuvo su inicio en la radio y prosiguió en el teatro, el cine y en una etapa crepuscular en la televisión, hasta que el 18 de marzo de 1996, a los 92 años se apagó la vida de Marina Esther Traverso, a quien todos recordamos con el nombre de NINÍ MARSHALL.
La creadora de Catita, Cándida, Doña Pola, y otros personajes tan entrañables como estos, casi nació con el siglo, el 1 de Junio de 1903 en el barrio de Caballito. La llamaban cariñosamente Niní.
Hija de Pedro Traverso –que falleció cuando ella tenía apenas dos meses- y María Angela Pérez fue educada en un ambiente que favorecía la creatividad artística, a tal punto que su madre quería que estudiara Filosofía y Letras, cosa poco común para las chicas de esa época. Seguramente tanto estímulo rindió sus frutos más tarde.
  Casada con un ingeniero, llamado Felipe Edelman, apenas terminado el colegio secundario y a dos meses de dar a luz a su hija Ángeles, falleció su madre. Por ese mismo tiempo su marido, que era un jugador compulsivo, perdió todo el dinero y los valores. Su decisión fue terminante: separarse. "Mi catástrofe sentimental y económica" la llamó en sus memorias. Sin embargo semejante tragedia no logró inmovilizarla, sino que desplegó una singular actividad. Se convirtió en crítica de espectáculos, y empezó a firmar con el seudónimo Mitzi algunas notas de chimentos en una columna denominada "Alfilerazos" para "Sintonía", la mayor revista de espectáculos de los años 30.
No obstante fue en el programa radial "La Voz del Aire", en 1934, que empezó a trabajar seriamente su talento, como la "cancionista internacional" Ivonne D'Arcy -que todo lo imitaba y que todo lo cantaba-. Este personaje, con un rótulo cursi, le permitió modelar el oficio de la genial imitadora y descubrir los recursos que le ofrecía la radio.
Aunque el éxito de sus otros personajes y el cine hicieron olvidar a Ivonne, pero sobre todo porque había decidido cambiarse el nombre por uno "más pegador". Para ello recurrió al apodo de su infancia: el cariñoso Niní (de Marinita, Ninita), que lo complementó con el apellido Marsal, proveniente de las tres primeras letras de su nombre (Marina) y del apellido su segundo marido, Marcelo Salcedo. Tal vez por cosas del destino, o por que la prensa no lo consideró lo suficientemente glamoroso, lo modificó transformándolo en Marshall.
En esta etapa de su carrera ya compartía cartel con figuras consagradas como Marcos Kaplan, Pepe Iglesias, Tito Lusiardo y Juan Carlos Thorry.

En 1938, Manuel Romero, un famoso director cinematográfico, entendió que aquella señora que se iba haciendo popular por la radio, podía tener futuro en el cine. De este modo fue como se eligió a "Catita" para encarnar a una de las "Mujeres que trabajan", su debut cinematográfico que resultó un gran éxito de taquilla.
"¿Sabe ande asistimo anoche? A un concierto -cuenta Catita o mejor dicho la señorita Catalina Pizzafrola-. Salió un melenudo y se puso a aporrear el piano, que yo pensaba: 'Dale nomá... ¡Cómo sevé que el piano no es tuyo! Si te agarra Jacobo Fisher...' Porque el piano tenía el monograma del dueño: Jacobo Fisher".
Cuentan sus memorias, aparecidas en 1985, que la fuente de inspiración para la composición de Catita fueron las chicas que se juntaban en la puerta de la radio a la espera de Juan Carlos Thorry, por entonces su compañero en ese medio. "Eran muchachas chismosas, encantadoras y meteretas. Decían 'voy de Fulana', vestían de mal gusto y en forma extravagante", con estola de zorro y sombrero. El nacimiento de Catita fue algo casual y anecdótico, resultó de una broma más a su compañero de trabajo. Una vez, Niní se presentó delante de Juan Carlos Thorry y le dijo: "¿No me daría un utógrafo, diga? Yo que tanto lo amiro. ¡Ande ...sea bueno, déale!" . Y es que Catita deja su ignorancia de manifiesto cuando pregunta: "¿lo qué?" y tiene actitud de 'sabelotodo'. Sin embargo, es una mujer solidaria, "no es mala" dijo Niní, "es criticona, y al criticar dice maldades"
Para elaborar a Catita recurrió a las fuentes, por eso se paseaba en colectivo, iba de compras a los mercados especialmente para encontrarse a una de esas chicas, que luego las seguía incluso hasta la casa.
Niní definió a su personaje como "la expresión cabal del quiero y no puedo". Pero aquí no todo el mundo está de acuerdo con la definición que dio Niní de su creación. Para el escritor y filósofo Abel Posadas "el quiero y no puedo" se contradice, "en realidad es quiero, puedo, hago lo que se me antoja y no le tengo miedo al ridículo".
Emilio Córdoba, dueño de la tienda "La piedad" le propuso auspiciar, en la radio, algún personaje nuevo. Ella y Thorry le presentaron a Catita. Al escucharla, Córdoba se divirtió mucho, pero se negó a dar el auspicio. "Si nosotros promocionamos a Catita, pierdo a mis clientes. ¡Son todas iguales a ella!". Finalmente su debut radial fue el 21 de mayo de 1937.
"Hola Dolores -dice la gallega Cándida, hablando por teléfono-. ¿Sabés quién se está por morir? Paco, el relojero. Se le está acabando la cuerda. Anda medio muerto, por eso la mujer se ha puesto de medio luto. Y la que se murió fue la Firmina. ¡De un aire! ¡Qué cosa más tonta! Se hobiera muerto de un ventarrón."
En el año 1939 los Establecimientos Filmadores Argentinos contrataron a Cándida, un personaje que tuvo un nacimiento muy particular. A través de ella, Niní inmortalizó el espíritu de Francisca Pérez, la mucama de su casa; y fue con ella que ingresó al mundo del espectáculo. La imitaba de niña, de adolescente, de joven. En su casa, con sus amigos, con sus compañeros de redacción o con los primeros colegas de la radio...y después ante el micrófono. Aunque ya entonces, más que una imitación, era una caricatura.
"Chiquita y fea como era, entro en mi corazón para siempre. -contó Niní- acababa de llegar de España en busca de una casa donde le pagaran un sueldo, le diera casa, comida y los domingos libres. Había nacido en Mataluenga del Bierzo, un pueblito de la provincia de León. Pero por todas sus características, era una auténtica gallega. (...) A mamá, por ejemplo, era capaz de decirle:
- No diga burradas, señora... Osté, con sus cortos conocimientos no sabe que...
A veces le preguntaba a una visita que almorzaba en casa:

- Osté, ¿no come más?
- No, Francisca. Gracias
- ¡ Qué zonzo ! .
(...) Era inteligente para algunas cosas, pero nunca le interesó aprender a leer ni a escribir. "¿ Para que voy a aprender? ¿ Para que se rían de mí?". Por insistencia de mi mamá, intenté enseñarle, pero fue inútil. No logré hacerle escribir una o, ni por redonda".
Debuta en un programa de radio de una porteña de alta sociedad llamada Josefina Cano Raverot, conocida como Pipita y que conducía el programa "El chalet de Pipita". En cierta vez, escuchó a Niní imitando a su querida y recordada mucama Francisca y le pidió que repitiera el personaje en su programa, como propaganda para la venta de diferentes productos.
Cándida representa a los inmigrantes gallegos honrados y tenaces, trabajadores, fieles, incapaces de la bajeza pero muy apegados a lo utilitario. Ellos emocionan fácilmente cuando les viene "la morriña", o sea la nostalgia por su tierra, Galicia.
Para Abel Posadas "Niní entrega con Cándida - un nombre nada casual - un homenaje filoso hacia la inmigración que, contestataria sin saberlo, nada tiene que ver con las cabezas rubias soñadas por Alberdi y Sarmiento..."
Una censura muy particular
Hizo un total de 37 películas, entre ellas se destacaron especialmente, la ya nombrada "Mujeres que trabajan", "Divorcio en Montevideo", "Casamiento en Buenos Aires", "Luna de miel en Río", "Cándida", "Hay que educar a Niní", entre otras, en donde ella era la autora de la mayoría de sus diálogos.
Su talento para reproducir los rasgos del habla de diferentes sectores sociales o colectividades fue un aporte no sólo para el humor, sino también para la investigación filológica.
Pero estos valores fueron juzgados como "una deformación del idioma" que ponía en riesgo la pureza de la lengua "para el pueblo que no tiene capacidad de discernir", según enunciaron los funcionarios -de mentes muy estrechas- del golpe de Estado del 4 de junio de 1943. La misma consideración se tuvo con muchas letras de tangos por la utilización del lunfardo y modos del habla de la sociedad argentina. Todo aquello a pesar de que un interlocutor siempre ejerciera una suerte de ultracorrección en cada aparición de Catita, que dada la situación que estaba viviendo un día debió despedirse de la audiencia con un "hasta mañana, si nos dejan..."
Ya en 1950, Niní debió alejarse del país acusada de enemistad política. El gobierno de Juan Domingo Perón, si bien no la había prohibido expresamente, dio orden de rescindir sus contratos cinematográficos, medida que a los efectos prácticos funcionó como una censura. Curiosa paradoja para un gobierno mayoritario que mediante artilugios prohibía a una artísta muy popular. Como dijo una vez un crítico "prefirió el autoexilio a reinar censurada", entonces se dirigió rumbo a México, en donde siguió trabajando en radio y en cine, deslumbrando no sólo al público mexicano, sino también al cubano, al español y al de los barrios latinos de Nueva York. En esa época se divorció de un marido que no pudo dejar sus propios asuntos de Buenos Aires. En 1952 se casa por tercera vez con Carmelo Santiago.
Permaneció en México hasta 1955, año en que regresa e inmediatamente vuelve a ubicarse entre las grandes figuras, aunque su carrera, no deslumbró como antes. En esta época se destaca en teatro el gran éxito que significó "Coqueluche", con Thelma Biral.
En 1973 debutó en la temporada marplatense –de la mano de Lino Patalano- con "...Y se nos fue redepente", un espectáculo de café concert que ha sido considerado como uno de los máximos exponentes del humor negro en la Argentina. En él, alternaban en escena todas sus creaciones con motivo del funeral de Don Pascual, el zapatero del barrio. Llegó a las 800 representaciones, un programa especial en Canal 13, junto a Carlos Perciavalle (se puede ver un fragmento en Internet, en el site de la WebTV: www.webtv.com.ar) y un disco en la compañía CBS.

"Una noche en la radio" junto a Juan Carlos Thorry, la estreno en 1977 en el Teatro San Martín. Se trataba de una nostálgica evocación de una audición radial de los años 40 en donde se presentaban sus históricos personajes. Luego de ser la figura estelar de varios programas televisivos y de una despedida escénica en 1981 con una obra que tenía el melancólico título de "¿Quién apagó la luz?", acompañada por Jorge Luz, en 1983 decidió retirarse. Dos años más tarde, recopiló sus recuerdos y experiencias en un libro: "Mis memorias". Sólo en el '88 apareció fugazmente en televisión para el ciclo de Antonio Gasalla.
A partir de ese entonces se sucedieron numerosos homenajes, como cuando fue nombrada Ciudadana Ilustre, en 1989, por el gobierno del Partido Justicialista de la Municipalidad de Buenos Aires, como una actitud que apuntaba al desagravio por la censura ejercida cuatro décadas atrás. El reconocimiento de sus pares llegó en 1992 con el Premio Podestá, otorgado por la Asociación Argentina de Actores, y en ese mismo año su productor Lino Patalano, la actriz Marilú Marini y el director Alfredo Rodríguez Arias eligieron sus textos para montar en París una obra llamada "Mortadela", que se estrenó en Buenos Aires al año siguiente. El mismo equipo creó el espectáculo "Nini", en 1995, que fue presentado en París y Buenos Aires.
El último gran homenaje se realizó, con el auspicio oficial del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, hace poco tiempo, el 25 de junio de 1997, con motivo de la presentación de un libro dedicado a la actriz y sus personajes "Niní Marshall, la máscara prodigiosa", realizado por Susana Degoy, su sobrina nieta. Su presentación fue una ceremonia presidida por el titular del gobierno de la ciudad, Fernando De la Rúa, la autora de la obra, Ángeles -la hija de Niní Marshall-, el actor Carlos Gamallo –su nieto-, y numerosos artístas y personalidades de la cultura y la política.
Hugo del Carril, Niní Marshall, Luis Sandrini, Libertad Lamarque y Tita Merello han conformado -para varias generaciones de argentinos- el epicentro del imaginario popular. De todos ellos, los más originales fueron Hugo del Carril y Niní, ya que los otros siempre representaban al mismo personaje. Pero sin duda la más genial y prolífica fue Niní Marshall.
Para los psicólogos, Niní parece presentarse como un caso evidente de doble personalidad; para los astrólogos, tiene los rasgos típicos de los geminianos; para los sociólogos, es el resultado de la aguda observación de las características de sus semejantes en distintos estratos sociales; y para los filólogos, sus personajes representan un objeto de estudio del habla de los argentinos, tal es así que del Instituto de Filología de la Facultad Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la Plata se grabaron, en una audición especialmente preparada por Niní Marshall, cuatro de sus personajes. El Instituto de Filología dejo de existir hace ya unos años y lamentablemente se desconoce el destino de esos registros.
"-¿Cómo aprendí a hablar como los inmigrantes?" -contaba Niní- "Bastaba con pasar un ratito en la ventana de casa". Porque entre 1910 y 1920 Buenos Aires era una Babel de dialectos mezclados con la lengua de la ciudad. El sainete porteño es fiel testigo de aquel momento y la garganta de Niní fue su difusora.
Su fama se cimentó en el medio radial, a la que el cine de Bayón, Herrera y Amadori le dio imagen y aumento de popularidad, sin opacar el tremendo éxito de la radio.
El país entero cayó bajo la mímesis de Niní, todo se paralizaba para escuchar su programa. Es que en aquel tiempo, la programación radial tenía una mayor repercusión y relevancia que la de hoy en día. El filósofo Abel Posadas explicó que "para toda esa gente sin libertad y sin trabajo o con empleos pésimamente remunerados, la radio ofició de puente entre la esperanza y la ilusión".
En este marco, el sociólogo Julio Mafud analizó la relevancia de la artista y su obra: "Niní aparece en un período de reacomodamiento de los distintos niveles sociales, que sería en general transitorio, y por el cual todo el mundo quería imitar a la clase inmediatamente superior, exagerándola y cayendo en lo que se conoce como pautas de "cocoliche", el inmigrante que imitaba exageradamente al criollo, y que por el proceso inverso era descubierto.
Ella ante un gran auditorio es la comunicadora entre la caricatura y el elemento cómico. Representaba un personaje por estrato social."
Vistos retrospectivamente, sus personajes hablan de la Argentina que ya no es, de los inmigrantes de principios de siglo, de los provincianos deslumbrados por la capital, de las familia oligárquicas o de nuevos ricos pretendiendo parecérseles. Exagera sus defectos, sus virtudes y sus características
Todos sus personajes fueron muy populares. Pero, sin duda alguna, los dos más celebrados y mas recordados son Catita y Cándida, los demás nunca gozaron de la popularidad de estas dos geniales creaciones, a pesar de la maestría de su composición.
Entre ellos se destacaron:
Niní Marshall 
con Enrique Muiño.
Doña Pola.
Una simpática anciana judía. Es la dueña de la tienda "Los 3 hemisferios" y que aprovecha cualquier ocasión para hacerle publicidad.
Mónica Bedoya Hueyo Picos Pardos de Unzué Crostón.
Insoportable mujer llena de modismos y costumbres aristocratizantes. Atrapada por la sociedad de consumo rechaza todo lo común. Con la "bienuda" de Barrio Norte incorpora nuevos códigos al habla argentina como "podéme" o "tarúpido" (mezcla de tarado y estúpido) y destrucción de fonemas como por ejemplo "depre" y "porsu". Es la tilinguería de las mujeres de la clase alta o las que aspiran a serlo.
Belarmina Cueio.
Chica provinciana, empleada doméstica de la Niña Jovita. Algo mentirosa, torpe y a menudo reprendida por su patrona, que en ocasiones la castiga físicamente. Las obligaciones de casa y cuidar al loro son su ocupación. De ella nos dice Niní "surgió en mi mente en los años en que estuve viviendo en el interior".
La niña Jovita y su loro Romeo.
Mantiene siempre su deseo de "casosiarse" con un caballero que enamore su corazón ingenuo de dama antigua. Niní la sacó de la observación de las amigas solteronas de su tía.
Gladys Minerva Pedantoni.
Es la alumna más estudiosa la clase. Desenfadada, vanidosa que obsequia regalos a sus maestras y es el blanco de las bromas de sus compañeros.
Doña Caterina Gambastorta de Langanuzzo.
Abuela de Catita de 90 años, y a pesar de estar hace mucho en la Argentina conserva su acento italiano.
Don Cosme.
Un italiano de voz ronca, al que abandonó pronto por consejo de su fonoaudiólogo.
Lupe.
Es una joven mexicana sufrida y enamorada de su esposo Margarito, borracho y haragán.
La Bella Loli.
Actriz de varieté pasada de moda.
Giovannina Regadiera.
Recreación de una soprano italiana.
Fruelain Frida.
Una alemana dueña de un largísimo perro salchicha.
Mingo.
El chico travieso del barrio. Es el hermano de Catita.
Doña Pola
Gladys Minerva Pedantoni
Don Cosme
Mingo
En Argentina:
Mujeres que trabajan (Romero, 1939)
Divorcio en Montevideo (Romero, 1939)
Cándida (Bayón Herrera, 1939)
Casamiento en Buenos Aires (Romero, 1940)
Los celos de Cándida (Bayón Herrera, 1940)
Hay que educar a Nini (Amadori, 1940)
Luna de miel en Río (Romero, 1940)
Yo quiero ser bataclana (Romero, 1941)
Orquesta de señoritas (Amadori, 1941)
Cándida millonaria (Bayón Herrera, 1941)
La mentirosa (Amadori, 1942)
Cándida, la mujer del año (Santos Discépolo, 1943)
Cármen (Amadori, 1946)
Madame Sans Genes (Amadori, 1947)
Santa Cándida (Amadori, 1946)
Una mujer sin cabeza (Amadori, 1947)
Buenos Aires canta (Producción Sucesos Argentinos, 1947)
Porteña de corazón (Romero, 1948)
Mujeres que bailan (Romero, 1949)
En España
Yo no soy la Mata Hari (Perojo, 1949)
En México
Una gallega en México (Soler, 1949)
Una gallega baila mambo (Gómez Muriel, 1950)
La alegre casada (Zacarías, 1950)
Mi campeón (Urueta, 1951)
Los enredos de una gallega (Soler, 1951)
Amor de locura (Baledón, 1952)
Dios los cría (Martínez Solares, 1953)
Una gallega en La Habana (Cardona, 1955, coproducción con Cuba)
De regreso al país
Catita es una dama (Saraceni, 1956)
Cleopatra era Cándida (Saraceni, 1964)
Escándalo en familia (Porter, 1967)
Ya tiene comisario el pueblo (Carreras, 1967)
La novela de un joven pobre (Cahen Salaberry, 1968)
Vamos a soñar con el amor (Carreras, 1971)
Que linda es mi familia (Ortega, 1980)

miércoles, 11 de marzo de 2015

Oreste Omar Corbatta, un ídolo

“No me pasés la pelota que no la veo”, le dijo Oreste Omar Corbatta a Raúl Oscar Belén antes de un crucial partido de Racing Club frente a Estudiantes de La Plata. La estrella del equipo había llegado al estadio de Avellaneda con una curda fenomenal y la legendaria Tita Mattiussi lo recibió con un baldazo de agua fría para tratar de apaciguar los efectos del alcohol. No pudo. El Loco estaba demasiado borracho como para comprender la charla técnica y todo lo que sucedía a su alrededor. Sin embargo, tenía que jugar. Corbatta era demasiado bueno como para quedarse afuera por un simple exceso. Sin ver la pelota, marcó dos goles. Imagínense lo que hacía cuando la veía.
Es el máximo ídolo de la historia de Racing y uno de los jugadores más queridos de todos los tiempos en el fútbol argentino. Un crack romántico, un wing que definió a todos los demás wines, un hombre que no sólo marcó una época: creó una manera de entender el juego. Corbatta tenía habilidad, precisión, gambeta, picardía y personalidad. Cuando tomaba contacto con la pelota, sólo se desprendía de ella cuando él lo decidía. Era imposible marcarlo sin pegarle. Se ganó el apodo de Loco no por sus conductas fuera de la cancha, sino por su forma de jugar. Hacía siempre lo contrario a lo que la lógica indicaba y en cada una de sus actuaciones dejaba algo para el recuerdo.
Antes de un encuentro contra Ferro Carril Oeste, con la camiseta de Boca, un fotógrafo le dijo: “Dale Corbatta, jugá que te saco una foto”. Es que muchas veces el Loco no tenía demasiadas ganas de jugar y su cara y su actitud eran muy transparentes como para ocultarlo. “Si me sacás una foto, juego”, le respondió. El reportero asintió y entonces Corbatta agarró la pelota, gambeteó a cuatro rivales y convirtió un golazo. “¿Y, me la sacaste?”, preguntó. “No me diste tiempo, recién preparo el rollo”, contestó su amigo ocasional. Eso provocó el enojo del crack, que se quedó parado al lado de su línea y no tocó más la pelota en todo el partido.
Muchos dijeron que Corbatta fue “el Garrincha argentino”, pero algunos que vieron jugar a ambos afirman que Oreste era igual o mejor que Mané. De todos modos, no tiene sentido crear una rivalidad. Fueron contemporáneos y entre ambos crearon una identidad: la del wing. Futbolistas de apariencia frágil, flacos, chuecos y hasta un poco deformes. Pero increíblemente talentosos. Locos por su forma de afrontar la vida, genios por su manera de jugar, felices por lo que transmitían en la cancha y desdichados por lo que vivían fuera de ella. Quizás la raza de futbolista más querible que hubo jamás.
“Creíamos por error que se llamaba Comesaña. La rompió y le hizo hacer dos tantos al Turco Balassanián, goleador de la tercera. Varios años después supimos que el marcador de punta rival, severo defensor, era el tucumano David Iñigo, que después compartiría plantel de la Selección con él”, afirmó hace tiempo en una entrevista a la agencia Télam el ex defensor Héctor Bono, el primer gran amigo de Corbatta en Racing. Dos mil personas fueron a ver el debut de la nueva estrella en la Academia. Es que ya se venía hablando de un flaquito que era un fenómeno. El flaquito no decepcionó a nadie.
Corbatta nació en un pueblito bonaerense llamado Daireaux, pero creció en La Plata junto a sus ocho hermanos. Su padre murió cuando él era un niño y su madre decidió trasladar a la familia a la capital de la provincia. Su niñez fue dura, como la de muchos cracks del fútbol argentino, que encontraron en la pelota una salida a la pobreza y un sitio de pertenencia. Oreste no fue a la escuela y era analfabeto, algo que lo avergonzó durante toda su vida. A pesar de eso, siempre llevaba consigo un diario, como si fuera un recordatorio de su carencia. Su primer acercamiento al fútbol profesional fue en Estudiantes, donde jugó en sexta división y quedó libre tras una lesión en el tobillo. “Se olvidaron de él”, contó Julio Venini, futbolista del equipo platense.
Deslumbró en Juverlandia de Chascomús un par de años, hasta que lo encontró un enviado de Racing Club. Todos en el pueblo conocían su talento y a nadie le sorprendió que poco después el crack de barrio que era imparable en los potreros brillara en las canchas de primera división. Debutó en 1955 y dos años después formó parte de una de las Selecciones más recordadas de todos los tiempos: la de los Carasucias en el Sudamericano 1957 que le ganó 3-0 a Brasil en la final. La delantera sale de memoria: Corbatta, Maschio. Angelillo, Sívori y Cruz.

Ese año, además marcó el mejor gol de su carrera, que también es un hecho trascendental para el periodismo mundial. Fue en un partido frente a Chile disputado en la Bombonera, por las Eliminatorias para el Mundial de Suecia 1958. Gambeteó a dos rivales, luego al arquero y cuando estaba por definir, espero la llegada de otro defensor, le amagó y volvió a hacerlo pasar de largo. Entonces, definió tranquilo, con los dos chilenos mirando desde el piso. Fue una acción maravillosa, que no necesitó del paso del tiempo y del boca en boca para ganar brillo. Porque la prestigiosa revista estadounidense Life publicó una foto de la jugada en su portada. Fue la primera y única vez que eligieron al fútbol para ilustrar la tapa.
El ex defensor de River Federico Vairo cuenta una anécdota que describe a la perfección su personalidad, pícara y honorable a la vez: “En una ocasión, ni bien empezó el partido se me había parado al lado mío y se me quedó ahí, lo que ya me ponía nervioso. De pronto me miró y me dijo ¿Cómo anda tu madre?… ¿y de la vida de tu hermana qué es? Yo le respondí ¡Callate y jugá!… Cuando termine el partido nos vemos afuera si tenés algo que decirme… Con eso se calló la boca y me dejó de embromar. Tras finalizar el encuentro, mientras nos estábamos duchando golperon la puerta del vestuario. ¡Era él que me venía a buscar! Salí con toda precaución… y vi que quería charlar conmigo en serio, venía a invitarme al vestuario para tomar algo porque cuando intentó hacerlo inicialmente en el campo me había enojado”.
Jugó siete años en Racing, hasta 1962, año en el Alberto J. Armando pagó una cifra récord para llevarlo a Boca: 12 millones de pesos. En la Academia fue dirigido por Juan José Pizzutti, quien le puso el apodo de Arlequín. Fue amado por todos en Avellaneda y hasta hinchas de Independiente se hicieron socios del clásico rival para disfrutar del fútbol de Corbatta. En Boca mostró sólo destellos de su magia, como en una ocasión en la que marcó tres goles a Vélez. En 1965 pasó a Independiente Medellín y cuatro años más tarde volvió a Argentina para jugar en San Telmo. Se retiró en 1974, jugando para Tiro Federal de Río Negro.
Es el máximo ídolo de la historia de Racing y uno de los jugadores más queridos de todos los tiempos en el fútbol argentino. Un crack romántico, un wing que definió a todos los demás wings, un hombre que no sólo marcó una época: creó una manera de entender el juego.
Además de ser el máximo ídolo de la historia de Racing y un jugador emblema para los románticos, Corbatta fue uno de los futbolistas que más se destacaron en la Selección Argentina. Fue el único que se salvó del desastre de Suecia en 1958, tiene el récord de presencias consecutivas en la Selección (27) y marcó 18 goles internacionales. Después del subcampeonato en 1930 y la participación fallida en 1934, el equipo nacional estuvo 24 años sin jugar una Copa del Mundo. Cuando regresó, el símbolo era Oreste Corbatta. El resultado de la excursión sueca fue pésimo, pero su huella con la Albiceleste también es imborrable.
No le gustaba entrenarse, llegaba tarde y muchas veces los entrenadores no lo ponían. Pero era imposible tenerlo en el banco de suplentes por lo que significaba su presencia y porque la hinchada iba a la cancha a verlo a él. Entonces, siempre terminaba jugando, sobrio o borracho. En una gira de Boca por Europa, Carmelo Simeone era el encargado de vigilarlo de cerca. Él decía que cuando estaba cerca, el Loco no tomaba. Ingrata sorpresa se llevó el Cholo cuando se dio cuenta de que abajo de su cama había una pila de botellas de cerveza vacías.
A pesar de su fama de calavera y amante de la noche, Corbatta no era lo que se dice un galán. Lo costaba mucho entablar conversación con las mujeres y él mismo admitió más de una vez su mala suerte con el sexo opuesto. Su primera esposa fue “una chica de la calle” que le presentaron sus compañeros y de la que él se enamoró perdidamente. Luego tuvo tres matrimonios más. “Con la primera me fue muy mal; con la segunda me fue mal; con la tercera mal y con la cuarta, mal. Las cuatro me sonaron, pero las quiero lo mismo”, afirmó alguna vez.
Otra de sus grandes virtudes era el lanzamiento de penales. “En los penales, los mataba a todos. Nunca me ponía de frente a la pelota, siempre de costado. Le pegaba con la cara interna del pie derecho y en el medio, con un golpe seco. Además, agachaba la cabeza para que el arquero no adivinara dónde iba a tirar y en cambio yo veía todo lo que él hacía. En cuanto se movía era hombre muerto… De 68 me sacaron solo 4″. Durante el Mundial 58 jugó una apuesta con Amadeo Carrizo: 50 penales, si el arquero sacaba diez o más, ganaba. Con todo el plantel y el cuerpo técnico como espectadores, el Loco marcó 49 y el otro lo estrelló en el palo… quizás a propósito.
“¿Sabés por qué no podían sacarme la pelota? Porque ella no se quería ir de mi lado. Otras cosas sí me sacaron, pero la pelota no”. Oreste Omar Corbatta, uno de los futbolistas que hizo feliz a más gente, murió pobre y abandonado por aquellos a los que les hizo ganar fama y dinero. Vivió sus últimos días en una piecita en la cancha de Racing, lejos de todo lujo pero cerca de lo único que marcó su vida: la pelota.

jueves, 5 de marzo de 2015

FLORENCIO PARRAVICINI 1876 –1941

Se llamaba Florencio Bartolomé Parravicini Romero Cazón, y su padre era un coronel argentino que dirigió
la Penitenciaría y tenía un sólido pasar económico. Su abuelo, un terrateniente que vino desde Italia ostentando el título de marqués. Se dice que a la edad de catorce años, su vocación era la de sacerdocio católico, apostólico y romano. Abandonó esta idea y se fue, con dieciséis, a la Patagonia a cazar lobos.
Más tarde aprendió a volar aviones, corría el 1910, y obtuvo el brevet civil Nº 2 en Argentina. A los veinticinco años viajó a Europa, en menos de un lustro dilapidó en fiestas, prostitutas, alcohol y casinos la cuantiosa fortuna que había heredado de sus padres (es el autor de la frase: “… allí no se me fue toda. Hubo una gran parte que malgasté”). Se tomó las de Villadiego, recaló en París, y trabajó como cantor criollo. De regreso volvió al sur y se dedicó al contrabando en Puerto Deseado. Más tarde trabajó como cicerone e intérprete y a partir de 1914 como artista en cafés del bajo porteño. Era un tirador de notable puntería, cosa que aprovechaba para hacer espectáculos haciendo uso de esa destreza. Contradictorio hasta el límite de lo tolerable, se presentó en las elecciones municipales de 1926 como candidato por el partido Gente de Teatro se convirtió en concejal porteño con el 6 por ciento de los votos. Su labor en ese cargo fue prácticamente nula y su mayor mérito, aunque cueste creerlo, fue organizarle un homenaje al Príncipe de Gales cuando visitó la Argentina.
Florencio fue pariente, en segundo grado, del pintor y artista Benjamín Solari Parravicini (1898-1974); y a propósito de éste último, cabe agregar un párrafo que pinta a este núcleo familiar con certero trazo: “Fabio Zerpa lo bautizó como ‘el Nostradamus argentino’. El tal Benjamín, desde la más tierna infancia, decía que hablaba con ángeles, hadas y duendes. Su padre era psiquiatra y preocupado por los amigos invisibles de su hijo, lo sometió a intensivos análisis médicos que no demostraron que tuviera enfermedad alguna. Por entonces el pequeño preanunciaba una "guerra que estallaría en el 14" la Primera Guerra Mundial, que sería su primera predicción. Benjamín era el hermano díscolo de una familia muy acomodada: bohemio , mujeriego, amante de la noche y las copas, llevaba una vida disipada e irresponsable hasta que, a los treinta y dos años, según narra Justino, su hermano menor, una noche se le manifestó violentamente la aparición de una fuerza extraña. (…) A partir de ese momento empieza a escribir lo que "le dictan". Muchas de esas hojas las rompió por no comprender su contenido, hasta que vio que algunos de esos escritos, eran profecías que se cumplían. Su mayor producción de profecías va desde los años '30 a los años '50. En ellas esboza lo que va a ocurrir después.(…) A pesar de provenir de una familia acaudalada canjeaba sus dibujos por comida y cerveza en las tabernas del barrio. Incluso lo hacía con aquellos alumnos a los que enseñaba pintura y veía talentosos. Dijo cierta vez que su ángel le dijo que aprendiera a pintar y así lo hizo, compró telas y pinceles y comenzó. Tiempo después ganó premios internacionales. Su obra pictórica se halla en distintas colecciones privadas europeas y en castillo real de Bélgica. Para realizar sus psico–grafías entraba en estado de trance, se le daban vuelta los ojos y tenía leves convulsiones.
Pablo Sirvén, allá por el 2007 (año que, para algunas cosas, parece tan lejano), así escribía sobre Parra en La Nación y, de paso, citaba a César Tiempo: “No existía el peronismo ni la televisión ni Pinti. Pero se podría decir que, de alguna manera, el gran Florencio Parravicini casi intuyó a los tres. La misma sonrisa, de oreja a oreja, de Gardel y de Perón; su extremada facilidad para saber pulsar las cuerdas más populares y granjearse el cariñoso “¡¡¡Pa-rra!!! ¡¡¡Pa-rra!!!”, con lo que lo vivaban entusiasmados sus seguidores y la lengua desmadrada que heredaría medio siglo más tarde de su apogeo Enrique Pinti, lo convierten en un precursor de la escena que cada tanto se hace necesario rescatar del olvido. "Un bufo de las dimensiones y de las actitudes de Parra–decía César Tiempo en ‘Florencio Parravicini’ (Centro Editor de América Latina, Bs. As., 1971)– tenía que ser rechazado por la sociedad a la que pertenecía por derecho propio. Sin embargo, supo conquistarla, sin proponérselo, hasta ponerla a sus pies. Primero, fue un cómico de la chusma, para usar una denominación que puso en boga Almafuerte; un bululú que divertía a marineros, estibadores y calientacamas en los tabladillos de café concerts o en los galpones de la calle 25 de Mayo, donde toda procacidad encontraba asilo. Después conquistó la calle Corrientes y tuvo a la ciudad y la sociedad en un puño. (…) Paquetísimo y reo a la vez, Parra había frecuentado de joven la quinta La Casona, que pertenecía a su prima hermana, Dolores Parravicini de Solari, ubicada en Vicente López. Parece que el mismísimo Juan Manuel de Rosas había visitado la quinta pocas décadas atrás y hasta su hija Manuelita había dejado guardado allí un piano cuando debieron marchar de apuro a un exilio del que nunca volverían. Por si fuese poco, su padre había sido hermano de leche del general Lucio V. Mansilla. Cuna de oro y la universidad de la calle hicieron de Parra un hombre completo: de salón y arrabal al mismo tiempo, dueño de mil registros y capaz de meterse en el bolsillo al auditorio más indócil.”
Y, sí. Ha de haber domado a un auditorio tan indócil como él lo fue con la sociedad en la que vivió. Al fin y al cabo, es cierto, porque de la cruza de los dóciles, entre sí, se podrán hacer obedientes militantes, prósperos comerciantes, circunspectos burócratas, correctos empleados, exitosos empresarios, fieles amanuenses, y hasta prestigiosos redactores de diarios serios; pero nunca (lo que se dice “nunca”) –ya Florencio, ya Benjamín– podrá nacer un: “Parravicini”.